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Franklin Cuéllar, del taller de madera en Caquetá a las aulas de ingeniería en Medellín con Matrícula Cero de Sapiencia

 In Agencia prensa

Franklin Cuéllar Osorio no tiene prisa, pero sabe a dónde va. Lleva una boina oscura, una camisa rosada ajustada, apenas abotonada, gafas deportivas oscuras y un reloj robusto de color dorado. Apenas con la voz pausada y una sonrisa leve, expresa que se siente orgulloso de ser beneficiario del programa Matrícula Cero de la Alcaldía de Medellín, el cual ha entregado 24 000 beneficios a través de Sapiencia, la Agencia de Educación Postsecundaria, para el acceso y permanencia en la educación superior pública, sólo en 2024.

Nació hace 18 años en Florencia, Caquetá. Creció entre herramientas de un taller de carpintería y reuniones comunitarias, rodeado por el trabajo de su padre ebanista y el compromiso social de su madre, una lideresa de su barrio. En ese hogar de artesanos aprendió que el estudio podía ser una salida, incluso cuando no había un ejemplo universitario en casa. Fue el menor de tres hermanos, dos mujeres y él.

“Mis padres no tuvieron la posibilidad de estudiar su bachillerato ni la universidad. Ellos siempre me han dicho que lo importante para ellos es que yo estudie. Una vez le dije: padre yo quiero ser también ebanista y me dijo que no, que él quería que yo estudiara y me volviera un médico, un ingeniero y que aproveche la oportunidad que ellos no tuvieron”, reconoce Franklin.

En febrero de 2024 dejó su hogar y todo lo que conocía para viajar 750 kilómetros y llegar a Medellín. Con un bolso lleno de ropa y la ilusión de encontrar nuevas oportunidades en la educación, llegó al barrio Prado Centro de la comuna 10, La Candelaria, donde le paga a una señora por el alquiler de una habitación para él solo, lejos de su familia, pero más cerca de sus sueños.

Matrícula Cero, el punto de partida

Cuando cursaba el grado once, alguien cercano le habló de Matrícula Cero. No fue un profesor ni un anuncio oficial, sino la madre de un docente de primaria, quien tenía otro hijo que estudiaba en Medellín gracias a ese programa. Bastó escuchar los beneficios para que Franklin investigara en la web y aplicara a través de Sapiencia. Su puntaje en las pruebas Icfes fue clave para lograrlo.

“Desde pequeñito siempre tuve una afición por la tecnología, ver cómo funcionaban los computadores, los ordenadores, siempre me han gustado los retos, salir de mi zona de confort”, recuerda.

Actualmente cursa tercer semestre de Ingeniería de Software en la Institución Educativa Pascual Bravo, una de los tres centros de educación superior del Distrito de Medellín, acreditada en alta calidad. Esta oportunidad no solo le abrió las puertas de la universidad, al no pagar el 100 % del valor de la matrícula, también lo ha motivado a seguir explorando su curiosidad ahora como estudiante.

A finales de mayo, Franklin participó por primera vez en un evento académico. Se trató de la Datahack, una competencia de 48 horas, organizada por la universidad, en la que estudiantes, analistas e ingenieros trabajaron contrarreloj para resolver problemas reales con el apoyo de herramientas de datos e inteligencia artificial. La jornada terminó con la exposición de proyectos en la Ciudadela de Occidente – C4TA, después de dos días intensos de trabajo en equipo.

No fue elegido en el grupo inicial, pero una deserción le abrió un espacio en un equipo. Entró como segunda opción, y terminó siendo el protagonista. Su equipo propuso un sistema de reconocimiento facial basado en la sonrisa, denominado “Espera menos y sonríe más”, para mejorar el acceso y reducir las aglomeraciones en instituciones educativas. Vestido de lentes oscuros y un sombrero blanco, presentó el proyecto con creatividad y claridad lo que los llevó a ganar el primer lugar de la competencia.

Del aula de clase a las mesas

Cuando no está frente a una pantalla programando o resolviendo retos académicos, Franklin entrena calistenia en los pasamanos, columpios, trepadores y otros elementos de una plazoleta cerca a su casa y al Parque Bolívar. Algunos días toca guitarra géneros como Folk, otras veces lee libros como Rebelión en la granja o 1884, ambos de George Orwell.

Pero de viernes a domingo deja por momentos el estudio y su rutina diaria y se enfunda el uniforme de mesero. Trabaja en fiestas de 15, primeras comuniones, matrimonios y otras celebraciones sirviendo cócteles, llevando platos con comida, recogiendo loza. Así costea su alimentación y sus gastos básicos.

“Si no hubiera recibido el beneficio de Matrícula Cero probablemente estaría estudiando, pero no aquí en Medellín, sino en un centro educativo de Florencia. Con Sapiencia estoy muy agradecido pues gracias a ese beneficio tomé el riesgo de venirme acá a estudiar, trabajar, entrenar, me brindaron la oportunidad de probar cosas nuevas y salir de mi zona de confort”, concluye.

Hoy, cuando se moviliza por Medellín rumbo a sus clases, lo hace con la certeza de que estudiar no solo es un derecho, sino una posibilidad real de transformar su vida.

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