Del jugo de naranja a los números, la receta de Dayana Castillo con apoyo de Sapiencia
Con una sonrisa tímida, unos crespos definidos, la elegancia de su vestido color vino tinto, Dayana Patrick Castillo Pelayo se posa sobre la acera para conversar de su vida. Con 22 años no le alcanza la memoria para hablar de su llegada intempestiva a Medellín, terminar dos carreras profesionales, hacer varios cursos en habilidades digitales, mientras cada día baja del barrio El Paraíso de San Cristóbal, para cumplir su periodo de práctica en el Centro de Medellín.
Dayana dice con simpatía que “nunca he pagado nada” por estudiar en Medellín. El costo de sus carreras profesionales y los cursos que ha tomado, han sido “una bendición” de la Alcaldía de Medellín, a través de Sapiencia, la Agencia de Educación Postsecundaria del Distrito. Lo dice la hija del Bajo Cauca antioqueño, la misma tierra que la vio nacer y la mandó al destierro.
En Caucasia, la familia de Dayana vivía con el temor constante que imponían los grupos armados en la zona. Hace más de una década, una noche, su padre, Elber de Jesús Castillo Vergara, fue víctima de un hostigamiento del que salió con vida, según ella, por un error que lo dejó fuera de la lista de quienes no volvían a casa.
Ese hecho fue la señal definitiva para huir. Dejaron atrás su hogar, sus pertenencias y la vida que conocían, impulsados por la urgencia de protegerse. Salieron con lo necesario, cargando más miedo que equipaje y llegaron a Medellín buscando refugio, sin saber aún que esa decisión forzada sería también el inicio de una nueva oportunidad.
Para la época, don Elber instaló un puesto de venta de jugos de naranja en la carrera 52, en La Alhambra de La Candelaria. Con cada vaso a $3500, mezclado a veces con Kola Granulada, miel u otros secretos afrodisiacos, comenzó a sostener lo que años después sería el sueño más grande de su hija: convertirse en ingeniera.
Los datos del estudio
Dayana tenía nueve años cuando su mundo cambió, así como su casa, el colegio, los amigos, la rutina. Llegó a Medellín con su mamá, Diana Patricia, y su papá, cargando una historia que muchos prefieren callar, pero que ella transformó en motor. Hoy está en décimo semestre de Ingeniería de Software en la Institución Universitaria Pascual Bravo. Y no conforme, avanza también en segundo semestre de Diseño Gráfico en la misma institución. Doble titulación. Doble esfuerzo. Doble orgullo.
Dayana no llegó sola a la universidad. Llegó con el respaldo de la Alcaldía de Medellín, a través de Sapiencia. Gracias a programas como Becas Tecnología, Matrícula Cero Distrital y la Política de Gratuidad del Gobierno Nacional, ha podido avanzar sin preocuparse por el pago de la matrícula. Hoy en día es una de las más de 16000 beneficiarias de la Ciudadela Digital @Medellín, donde se certificó en Ciencia e Ingeniería de Datos, Marketing Digital e Inglés intermedio.
“Desde que yo he estudiado no he pagado ni un peso en ninguna carrera. Son muchas oportunidades que la Alcaldía les está dando a los estudiantes para que puedan salir adelante y tengan nuevas oportunidades de estudio. El que no lo aproveche es porque simplemente no quiere estudiar”, comenta.
Un apoyo con Sapiencia
Gracias a los cursos que tomó con Sapiencia, especialmente el de Ciencia e Ingeniería de Datos en la Ciudadela Digital @Medellín, Dayana no solo fortaleció su formación académica, sino que adquirió herramientas concretas que hoy aplica en su día a día profesional.
“Decidí estudiar los cursos de @Medellin porque siempre he querido ampliar mis conocimientos en temas que me gustan y que son relevantes para mi carrera. Los cursos son excelentes porque tienen una mezcla de teoría y práctica y como son diseñados de manera virtual le permiten aprender a su propio ritmo. Por ejemplo, el de Big Data fue fundamental porque tiene temas de ingeniería como lo son de Machine Learning (ML), aprender a buscar gráficos en el Excel o por medio de Pynthon”, dice Dayana.
En su práctica en la Dirección de Planeación de la Gobernación de Antioquia, utiliza los conocimientos adquiridos para hacer seguimiento y análisis de información clave para la toma de decisiones. Ese aprendizaje técnico, sumado a su disciplina, le ha permitido acercarse a su sueño de ser una ingeniera que transforma realidades desde el manejo de datos.
“Recomiendo mucho estudiar estos cursos en @Medellín ya que están dirigidos a todo tipo de personas, desde estudiantes hasta profesionales que estén buscando nuevas oportunidades de aprendizaje sin importar el nivel previo y la estabilidad económica”, concluye.
Su historia es la de muchos otros jóvenes que han encontrado en la educación una oportunidad para reescribirse. Pero también es única. Porque está hecha de silencios, sacrificios, números, pantallas, y claro, de litros de jugo de naranja. Su padre agarra el exprimidor, toma una, dos, tres mitades de naranjas mientras dice que prefiere la Valencia, porque la Tangelo se amarga rápido.
Dayana aprendió de su padre Elber, que, en la vida, como en la fruta, hay que saber escoger lo que no se amarga.